jueves, 13 de septiembre de 2012

ALICIA EN EL PAÍS DE LAS MARAVILLAS: UN COMENTARIO

Tal vez uno de los clásicos más importantes de la literatura infantil, "Las Aventuras de Alicia en el País de las Maravillas", es toda una representación del mundo adulto a través de los ojos de un niño o una niña.


Desde que la historia llegó a mis manos, hace ya mucho tiempo, siempre me ha fascinado cómo es que el escritor Charles Lutwidge Dodgson, conocido con el seudónimo de Lewis Carroll, pudo ingresar a ese mundo maravilloso que es la mente de los niños, a la que muy pocos adultos son capaces de acceder.
 

La historia, llena de sucesos ilógicos, tiene sin embargo una congruencia asombrosa. Todo está lleno de símbolos y juegos de palabras de las que se vale el autor para representar de manera divertida y satírica la realidad de los adultos de la época.
 

El conejo blanco con chaleco y guantes de cabritilla, siempre apurado, mirando su reloj de bolsillo; la oruga azul que siempre está fumando subido a una seta; el gato del condado de Chester con su eterna sonrisa socarrona y haciendo siempre lo que le plazca; el sombrerero loco y la liebre de marzo siempre pensando en la hora del té junto al hurón, siempre soñando; la reina de corazones siempre enojada y mandando a todo el mundo que queden sin cabeza; entre otros, no son otra cosa que la exageración de las características de los hombres de su tiempo.
 

Las situaciones más disparatadas son en realidad una parodia de hechos comunes de la época, como jugar al croquet, realizar una reunión, presenciar un juicio, tomar el té, etc.

 
Una obra entretenida y siempre presente, recomendable para los niños todas las edades y, por qué no, para todos los que aún tengan o quieran recuperar el corazón y la imaginación de los niños.

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